Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) presentan un acelerado avance en nuestra sociedad, particularmente en el ámbito educativo, lo que ha generado un profundo cambio en el proceso de enseñanza-aprendizaje provocando que las escuelas deban ajustarse y dar respuesta a las nuevas necesidades que demandan los alumnos para garantizar la preparación de las futuras generaciones.
Comprendamos que la incorporación de las TIC no se refiere únicamente a la dotación de ordenadores e infraestructura de acceso a internet, sino que, al incorporarlas en el proceso de enseñanza-aprendizaje, se busca incentivar al estudiante de manera en que exista una mayor motivación en él para lograr su propios aprendizaje, y pueda desarrollar habilidades y destrezas para ejecutar sus ideas, mediante la búsqueda de contenido educativo.
Para lograr dichos objetivos, el uso de las TIC requiere una nueva configuración del proceso didáctico y metodológico tradicionalmente utilizado en las escuelas, donde el saber recae en el docente y el alumno simplemente es el receptor de la información. Precisamente, el uso de las TIC en la educación permite centrar el aprendizaje en los estudiantes, y los docentes deben fungir como orientadores que guíen el aprovechamiento adecuado de la información.
De hecho, las tecnologías de la información facilitan el acceso a nuevas fuentes de saber, aumentando la capacidad de aprender, por lo que representa una herramienta valiosa para los educandos al concederles mayor protagonismo y hacerles asumir un papel más activo en el proceso de adquirir conocimiento. Las TIC optimizan el intercambio de conocimiento entre actores, permitiendo superar las barreras del tiempo y el espacio para un aprendizaje más eficaz y autónomo.
Lamentablemente, muchos de los docentes, tanto de instituciones educativas públicas y privadas, continúan estancados en la educación tradicional, a pesar de los aportes positivos que las TIC han dado a la educación en general. Incluso, nos hemos encontrado con empresas de metodologías educativas o editoriales que comparten sus libros electrónicos, y la resistencia de los docentes los lleva a quejarse del programa por su baja practicidad.
Para contrarrestar dicha dificultad, es necesario crear un plan de formación para los docentes con la finalidad de involucrar a los profesores que no se encuentran muy familiarizados con el uso de las tecnologías en su labor educativa. La idea es incentivar un cambio de actitud o de conocimiento con respecto al aprovechamiento óptimo de estos recursos en los alumnos y docentes.
Por ello, te proponemos tres dimensiones que deben incluirse en la formación del profesorado con respecto a las TIC:
- El potencial didáctico de las tecnologías. El docente debe adquirir las competencias sobre el uso de las TIC como recurso didáctico, tanto en el aula como en los sistemas de educación a distancia que potencialice el aprendizaje.
- Pensamiento crítico. El docente debe tener en cuenta las implicaciones y consecuencias de las TIC para la generación de contenidos educativos con los intereses o particularidades de cada grupo de aprendizaje o alumno.
- Distinción de contextos. Los docentes deben diferenciar que las TIC en el ambiente escolar son un recurso que beneficie al aprendizaje, mientras que en el ámbito social funcionan como agentes educativos.
Señalemos que lo importante no son las posibilidades técnicas que ofrecen las TIC, sino las estrategias que aplique el docente con ellas; una estrategia que combine de manera sistémica la innovación docente, la investigación y la evaluación de la adquisición del conocimiento. Por ello, es necesario contemplar la formación permanente y actualizada de los docentes sobre el uso de las TIC para utilizarlas de forma óptima y eficiente.